El día que le tiré agua al decano de la UBA

Un año después de recibirme y de mi primer viaje a Europa, llegó el día de recibir oficialmente el diploma de diseñadora gráfica.

Me enteré ese mismo día que iba a ser abanderada de la ceremonia por tener el mejor promedio de la camada de gente que celebraba conmigo el título.

Hasta ahí todo divino. 

Me incomodó un poco ser la única que estaba parada con la bandera mientras todos estaban re cómodos sentados. No disfrute mucho ese rato y menos el momento que pasé después. 

Un mar de pensamientos y emociones navegaban por mi mente mientras mi mamá dejaba caer lágrimas de orgullo entre el público y el chico con el que estaba saliendo estaba “conociendo” a mi familia acompañado por el Himno Nacional de fondo.

Mi apellido con letra “L” casi al final de los llamados me ayudó a acumular unos nervios desproporcionados que terminaron con un codazo bastante torpe al vaso de agua en el escritorio del decano.

Memorable momento donde no sabés si clavarte la bandera de ceremonia en el estómago o enrojecer hasta morir de vergüenza en el escenario.

Mi cara se prendió fuego.

Los diplomas de la M a la Z quedaron para siempre “arrugaditos” por mis desgraciados nervios.

“Cómo cuesta a veces recibir un reconocimiento Samantita”, me diría a mi misma.